miércoles, 11 de mayo de 2011

Los lobos

Era una noche de luna llena. Un muchacho elfo corría como loco por el bosque poblado de sombras perseguido por una sombra negra y grande pero rápida, ágil y silenciosa. La sombra parecía divertirse con aquella carrera y el chico, con la cara llena de miedo, se agotaba con cada paso que daba y el aliento se le escapaba.
El muchacho se paró para recuperar el aliento porque ya no oía los gruñidos de la bestia, pero en ese momento sintió su aliento en la nuca y después un dolor insoportable en el cuello.

— ¡Mierda!- declaró el elfo más joven-Eso es obra de un licántropo. Se nota por marcas de los dientes.                                                                                                   
 —Sí, eso parece la obra de un licántropo, Arc-ta – respondió el elfo mayor llamado Roc-me.
— ¡¿Estáis locos?! Pero si los hombres-lobo no están en nuestra tierra desde siglos.
—Hay que quemar el cuerpo-anunció Mar-kan, la jefa de la expedición-Cogedlo, nos lo llevamos a la aldea.
Por la tarde en la plaza central, estaba encendida una hoguera y a su alrededor bailaban y cantaban canciones de despedida todos los elfos con su pelo plateado y rubio vestidos con hojas de roble. Un grupo de cinco elfos no bailaban. Era la familia del muchacho asesinado. Todos tenían sus ojos almendrados llenas de lágrimas que no caían. Mar-kan estaba entre ellos consolando a la familia, en particular a la madre destrozada.
Cuando la hoguera se apagó y todos los elfos se fueron a sus casa-árbol, menos Mar-kan que se estaba dirigiendo a una cita en el centro del bosque.
Tras caminar un kilometro la sorprendió una voz conocida.
— ¡Hola querida hermana! ¿Porqué me llamaste?-Preguntó una mujer vestida con camiseta de seda negra y encima un chaleco y pantalones de cuero negro. Llevaba dos espadas en cada lado de la cadera ocultas debajo de una capa de piel negra.  
—Hay un licántropo suelto por el boque. Y además ya ha matado a dos miembros de la aldea. Vanessa la miró con sus ojos rojos como la sangre, atravesados por la sorpresa.
— ¿Qué? ¿Estás segura?-preguntó.
—Sí, hermana menor, lo estoy, por eso necesito que llames a los demás. Por favor
Vanessa se paró a pensar y por fin respondió.
—Mañana a la salida de sol nos tendrás en la plaza querida.
Diciendo eso desapareció entre las sombras del bosque. Mar-kan se quedó uno minutos mirando la oscuridad y después volvió a la aldea.
Por la mañana en la plaza aparecieron cuatro jinetes, una mujer acompañada por tres hombres robustos, todos montados en caballos de guerra negros como el carbón.
La primera en desmontar fue Vanessa, con su pelo plateado al viento, seguida por su hermano gemelo Megox. Después desmontó Amon-shi, un elfo oscuro joven, alto, musculoso, con pelo blanco y un mechón negro en el lado derecho. El ultimo en bajarse de caballo fue Belt un humano de pelo negro recogido en una coleta y ojos azul hielo.
En la plaza ya había por lo menos la mitad de la aldea cuando llegaron a hablar con Mar-kan que les explico en que consistía el problema.
Por la noche todos ya estaban preparados para la caza de licántropo. Les llevo casi toda la noche encontrar el su rastro.
—Ese lobo pulgoso está jugando con nosotros-dijo Arc-ta.
—Sí, lo está, para huir-dedujo Megox.
Por la mañana por fin encontraron la cueva que habitaba. Al entrar se sentía un olor que indicaba que allí había cuerpos en descomposición además vieron restos de animales. En el fondo de la cueva estaba el hombre-lobo durmiendo. Vanessa desenvolvió su espada e se acerco sigilosamente al monstruo. Ya tenía la espada preparada en lo alto cuando el lobo abrió sus ojos amarillos y miro a Vanessa como si la esperaba. Los dos se miraron un largo rato y ella comprendió que se encontraba ante una hembra defendiendo sus crías. Vanessa bajo la espada y la licántropa se aparto para que ella pudiera ver una bola de pelo gris, entonces la licántropa la ataco y ella en acto de reflejo atravesó el corazón de la loba pero en sitio de loba estaba el cuerpo de una joven elfa de pelo negro. Vanessa cogió a cachorro todavía con ojos cerrados y lo escondió debajo de su capa para proporcionarle el calor.
Al salir de la cueva se dirigió a su hermana y la pregunto acerca de la elfo de pelo negro.
—Se llamaba Cora-da. Era una buena amiga-dijo entre sollozos
Volvieron a la aldea y allí se quedaron algunos días. Después se fueron y con ellos se fue Mar-kan dejando el titulo de jefe de aldea a Arc-ta, pues sabía que muy bien que sería un buen jefe.    
 

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